Llamamos clásico a cualquier pretérito tan bravo que -como el Cid- nos sigue presentando batalla después de muerto. Y eso ocurre, por ejemplo con el gótico de las catedrales medievales. De arriba abajo, la catedral de Santiago el Menor en Lieja (pintada en un lienzo), la catedral de Salisbury en Inglaterra, y la de Saint Denis en Francia.
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