Desde la noche que sobre mí se cierne
negra como el insondable abismo
doy gracias al Dios que fuere por mi alma inconquistable.
Apresado en las garras de la circunstancia
nadie me vio llorar ni pestañear,
bajo los golpes del destino
mi cabeza ensangrentada sigue erguida.
Más allá de este lugar de cólera y lágrimas
yacen los horrores de la sombra,
pero la amenaza de los años
me encuentra y me encontrará sin miedo.
No importa cuán estrecha sea la puerta
ni cuán duro el castigo de la sentencia...
Soy el dueño de mi destino
soy el capitán de mi alma.
(W. E. Henley)
Y otra prueba de su fortaleza: ayer se levantó de la cama y se sentó en torno a sus parientes...
ResponderEliminarAyer definitivamente nos dejó más huérfanos...
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